Monday, September 04, 2006

El Funeral*


Y es así como veo tu última imagen entrando lentamente por esa puerta de madera. Tu con tu mirada perdida sobre tus parpados y yo tratando de parecer un tipo fuerte, sin intenciones de llorar. Todos están rodeándome y tú no haces nada, a pesar de saber que me molesta que la gente este cerca mío. Suspiro. Esto no puede ser tan malo, pues tú presencia esta llena de calma y tus manos se cruzan en tu pecho como cuando dormías a mi lado. Pero ¿por qué no vienes a acompañarme? Están todos con los que alguna vez hablaste, con los que reíste, con los que hiciste más de alguna cosa. Todos vinieron a verte y tú no los recibes como antes. ¿Qué pasa contigo? Antes eras de esas personas que tenían las energías suficientes como para abrazar a mil ancianos y hacerlos felices, pero hoy ni siquiera tienes la fuerza para levantar una mano y decir un simple “hola”. Siento como el pecho se me aprieta lentamente, mientras tú te alejas y entras a ese caluroso cuarto. Tú ultima morada, dicen algunos, yo no lo creo. No me gusta la idea. Unas semanas atrás sonreías sobre mi cama, corrías, cantabas y hoy estas en silencio, yéndote sin palabras, llevándote lo único valioso que yo tenía: tu corazón. Lo sé, quizá no fui un buen tipo, pero qué demonios, uno debe aprender a amar por sobre todas las cosas, incluso los defectos más cruentos de un ser que ha dado todo por ti. Ha llegado el momento en que la puerta debe cerrarse para siempre. No puedo decir nada. Solo atino a acercarme a ti y besarte en la frente como la ultima vez que te vi, esa vez que furiosa tomaste todas tus cosas y me dijiste que me odiabas. Yo solo alcance a besar tu frente y mirar como te alejabas de mi lado para siempre, como lo estas haciendo ahora, lentamente, sin mirar atrás, dejando todos los recuerdos en un baúl que no se volverá a abrir nuevamente. ¡OH, Dios! No sé que hacer ahora. Me veo solo en este lugar y necesito de tu abrazo consolador que me decía siempre que no tuviera miedo de estar rodeado de desconocidos, pues de ellos yo iba a aprender cosas importantes para realizar mi vida. Pero ¿qué cosas? No alcanzaste a darme esa respuesta, tú que eras la mujer más sabia que conocía y hoy te la llevas contigo a tu sueño egoísta y eterno. Siempre, aunque lo negarás, te gusto estar rodeada de gente, como hoy. Hoy, hoy. Maldito sea el hoy. Quiero borrar este día triste de mi memoria. No quiero recordar tu rostro más pálido que de costumbre, tus manos quietas, tus ojos cerrados y tu sonrisa borrada de un golpe fulminante, tan duro, tan fuerte que te arrancó la vida de una vez por todas. No, no me digas que no querías esto, porque sé que te hubiese gustado estar acá, cuchicheando a mi oído, buscando fallas, riendo a pesar de que el lugar no lo permitiera, intentando tocar mi cuerpo tan sigilosamente que nadie percibiría que buscabas mi sexo solo por capricho, como diciéndole al mundo que mi ser te pertenecía y que podías disponer de él a cada instante, en cada lugar. Tu nunca me creíste, a Jim tampoco, pero el río nos dijo alguna vez que esto ocurriría y que debíamos estar preparados para cualquier cosa, pues las heridas del destino corren como el agua de su caudal sobre las piedrecillas que se mueven y se deforman en su fondo, para terminar perfectas en las manos de alguien que al fin los valore como tal. No vuelvas a decir que mi vida estaba destinada a estar contigo. No lo vuelvas a decir, mientras cierras esa puerta tras de ti, mientras los quejidos a mi alrededor crecen más y más, mientras un brazo se toma del mío, quizá para apoyarme o simplemente para no caer arrodillado, doblegado por el dolor. Los gemidos aumentan su volumen y tú te alejas más y más de nosotros. Mi pecho se contrae, mis ojos de una vez por todas se llenan de lágrimas y de mi garganta brota un doloroso sonido que no deja que escuche a los demás. Corro nuevamente tras de ti e intento convencerte para que no te vayas, que no huyas de mí, suplicante, humillándome frente a todos, pero qué me importan los demás, nunca me han importado y menos ahora, que veo como mi amor se transforma en solo una estela de humo que será llevada lejos por el viento a un lugar lejano en donde nadie volverá a verte. ¡Quédate, por favor! Te suplico nuevamente, pero en lugar de tu mirada recibo un halo de madera quemada. Es nuestro último baile, nuestro último encuentro.

Pero ¿por qué tiene que ser así? En fin, adiós, mujer de manos pequeñas y ojos grandes. Adiós, niña soñadora. Adiós, amor.
*Escrito en un momento de tristeza absoluta escuchando el tema "Funerale" de Banco del Muttuo Soccorso.

No comments: