Tuesday, December 12, 2006

El Último Apagón


Históricamente cuando muere un ser de actitudes heroicas y todo eso que conlleva el haber hecho algo bueno por la patria, se honra, se homenajea, se siente y se llora. Hoy no ocurre eso. El pasado 10 de diciembre del 2006, se murió una de las personas más asquerosas que han pisado, que han nacido en nuestro país: Augusto Pinochet. El mismo que aterrorizó a toda una nación por 17 años de gobierno de facto, ni siquiera legitimado por sus propios seguidores. Ese domingo se conmemoraba el Día Internacional de la Declaración de Los DD.HH. y al mismo tiempo se moría el asesino de más de un millar de seres que solo cometieron el error fatal de pensar diferente de este mediocre militarsillo de segunda, del montón, rastrero, lamebotas, chupamedias, escalador. Traidor de traidores, diste la mano para luego enterrar el puñal por la espalda de quienes confiaron en tu sonrisa torcida y en tu campestre e inocentón tono para hablar. Te hiciste la victima, dudaste ante la presión de los otros tres que querían el golpe, pero fuiste un lobo con piel de oveja, pues esperaste el momento preciso para mostar tus dientes afilados, esos mismos que clavaste en nuestro Chile aquel año sangriento que manchó para siempre tu uniforme condecorado con cadaveres.

No es ético desearle al muerte a alguien, pero muchos te querian ver así. Me enseñaron de "Chiquichicho"(palabra lovcrafniana) que no hay que burlarse de tal doloroso hecho. Sin embargo la ocasión lo amerita.


¡¡PUDRETE EN EL INFIERNO, GENERAL TRAIDOR!!

¡¡PUDRETE, ASESINO!!


Tuesday, December 05, 2006

Sobaco Inédito I : La noche en la que me acosté con Catalina Pulido




Una noche de extraños sucesos termina en la cama con una desconocida. Ella cobra y todo termina, pero la carne tira y sientes pena, hasta piedad. No sé, incluso puede ser amor.

Mi amigo tenía dinero y quería pasarla bien. “¿Vamos a comprar falopa?” Me preguntó medio beodo. Yo le respondo: “Te acompaño no más. Yo me compro un pito”. Fue un jugo asqueroso el que le dimos al loquito que vendía la merca y los pitos. Al llegar al hogar, dulce hogar de mi camarada, éste se dispuso a faenar su polvillo blanco, mientras yo fabricaba, tal artesano, mi cilindro volátil. “Oye... snif!...¿Qué pasa con unas minas?...snif!”. Y es de esta forma como me vi de un momento a otro buscando un diario en el que saliera esa candente lista de saunas. Encontramos la indicada: cerca de casa, discreción y bajos precios. De hecho, la promoción consistía en:

1- Dos chicas de no más de 25 años en promedio.
2- Bonitas (según nos lo aseguró la niña del teléfono)
3- Una hora. Nada más, nada menos.
Total: 45 lucas (una ganga)


Mi amigo acepta y ríe. Yo sonrío algo nervioso. Es mi primera vez con una prostituta, pero el alcoholizado análisis de la situación nos lleva a decir que sí a todo. Ahora solo queda esperar.


Las minas... ¿Qué minas?


Desde la calle el chirriante ruido de un motor nos anuncia que el asunto iba en serio, que ya no era una suposición. Abro la puerta. El tipo de la camioneta me mira extraño, pero me saluda. Yo hago el mismo gesto. Entran las niñas. Bueno, aquí la cosa, podría decirse, se transformó en una extraña actuación. No nos conocían ni nada y dudo que algún día las volvamos a ver, pero igualmente les mentimos, nos presentamos con nombres falsos. El mío, Benjamín. Mi amigo, Felipe. Ellas. Bueno, ellas. La descripción dista de algo de realidad, pero eran irregulares, no había equilibrio entre las cuncubinas que teníamos enfrente. Una era chiquita, algo rechoncha, rucia oxigenada y no representaba para nada los 24 años que decía tener, pues parecía como de 40 y algo. Ni ahí con ella, además, mi amigo, borracho y jalado, se puso a cortejarla de inmediato. La otra niña era un poco más pasable, de ese tipo de nena que con unos 4 combinados en el cuerpo, luces multicolores y todo eso que conlleva el carrete, te la comes igual. Buen poto, eso sí, pero nada de tetas. Su rostro, a pesar de no ser una belleza, le daba cierta delicadeza y misterio. “Te pareces a la Catalina Pulido”, le digo, balbuceante. Risas. “Oye y ¿Ustedes están celebrando algo?” Pregunta la viejita. Mi amigo, envalentonado y creyendo tener una alta capacidad de improvisación, responde que estamos celebrando mi cumpleaños, que este era su regalo para mí y que yo debía elegir a alguna de las dos. Ni hueón. Venga pa’ca, Catalina Pulido.


Me gusta cuando callas, por que me lo estas chupando


Voy subiendo por la escalera al segundo piso de la casa. Sigo el trasero de Catalina. Desde el living se siente música y los gemidos roncos de alguien. No reconozco si son los de mi amigo, al que probablemente le estén haciendo una felación, o tal vez sea la viejita que está roncando.

Llego a la pieza. Me siento en una cama. Ella se sienta frente a mí. “¿Conoces el servicio?” Le digo que no, que es mi primera vez. “Bueno, se supone que es media hora de hueveo y la siguiente es de contacto, pero al parecer ustedes tenían puras ganas...”. Risas. “Este, si quieres que te lo chupe son 5 lucas más, porque te lo chupo sin condón, pero dentro de lo que pago tu amigo va incluida una felación con condón antes de hacerlo. Ah, y no se dan besos”. Me mira, con paciencia. Yo estoy nervioso y se nota. No paro de reír. Ella sonríe de vez en cuando. Le digo que no tengo plata, así que fuéramos al grano al tiro. De un momento a otro me encuentro empelota. Ella se saca sólo el pantalón. Deben avergonzarle sus pequeños senos. Me tiende en la cama. Ella se abalanza sobre mí con un sobrecillo plateado, el cual rompe con los dientes para extraer, luego, el globillo salvador. “Yo me lo coloco”, le digo, pero mi petición no es oída y como respuesta veo como ella con su propia boca me lo pone y comienza a chupármelo con el condón ya puesto. Maestra. No lo puedo creer, la barbarie ya había comenzado y no se podía escapar.
Dime la posición que te gusta”, me dice. Yo le digo que en el camino vemos. Estoy listo y empalmado y al parecer ella esta lista, siempre lista. Se pone en cuatro y yo la embisto por detrás con ganas. El alcohol te transforma en un salvaje sin miedos o en un debilucho adormilado. Yo era el primero. Los gemidos de ella, me dicen que quizá no lo estoy haciendo tan mal, pero recuerdo que es una meretriz y que puede fingir sin temor, que no la conoces y no sabes si goza o no. Sin embargo, pienso en que por lo mismo debo disfrutarla al máximo y tratar de que ella lo pase bien en su pega. Sigo un rato hasta que suena algo en su interior. “¡Chucha, se me rompió el condón!” Y lo saco al instante. Pienso en detenerme, pero ella me pasa otro. La calentura puede más a veces. Ella ahora esta tendida en la cama. La penetro con calma y noto que ella esta sudando. Al parecer realmente esta gozando, pero mi cuerpo ebrio no funciona como yo quisiera. Quiero acabar y no puedo. Lo intento de varias formas: mirándola, que me chupe el dedo, oír sus gemidos e imaginar que es otra. No sé, miles de cosas y nada. Así que en medio del cumbión voy y le digo que paremos, que no voy a poder acabar. Ella sonríe. Al parecer no era primera vez que le pasaba eso. Le explico que no es por ella, sino que el copete me dejó cacho e’ paragua. Ahora el asunto era el qué hacer ahora. Todavía queda tiempo y abajo los otros tenían el medio escándalo. De pronto se me ocurre comenzar a preguntarle cosas que no me atrevería a preguntárselo a ninguna mina, ni siquiera a la de turno. Y este es el resultado.





Choros del Puerto

Creo haber olvidado dar el nombre de la dama. Ella se llama Camila y lleva un año y medio trabajando en el medio. Tiene 23 años y una figura que cualquiera de ustedes, damiselas, envidiaría. Eso sí, hablamos de su cuerpo, pues su rostro denota ciertas cicatrices de acné y otras de extraña procedencia. Tiene, incluso un herpes en el labio. No pregunto dónde lo consiguió. Sus ojos son claros y vivaces, pero no hay alegría en ellos.

¿Te gusta lo que haces?

A veces si, otras no. Es que esto lo hago en realidad por necesidad. Tengo un hijo que alimentar, además soy madre soltera.

Igual hay otras opciones.

Si, lo sé. Trabaje un tiempo en una financiera e igual me hacía un buen sueldo, pero un día me vi agobiada por las deuda; me estaban embargando muebles y cosas así, hasta me querían quitar a mi hijo, mandarlo a un institución pa’ niños huérfanos. Y en esta situación, me acerqué a esta agencia y me dieron pega al tiro. Cacha que mensual me hago como un millón y medio, y hasta más. No había donde perderse.

¿No te aburrís de esta vida? Hay locos que te van a tratar siempre como una cualquiera (al decir esto me excuso, pero le digo que espere hasta que mi pregunta termine), no te tienen respeto. Eso debe aburrir: la humillación.

Si, te entiendo y demás que me gustaría cambiar de vida, pero yo sé que va a ser difícil, pues la plata envicia. Pero igual ahora estoy estudiando en un instituto y voy a sacar mi carrera y eso. Chao, puterío.

¿Has tenido orgasmos follando con algún cliente?

Ja, ja, ja ¿Lo preguntas por ti? (Ambos nos reímos) Si, he tenido orgasmos, pero no los puedo demostrar. No sé, quizá es algo medio feminista, pero no los demuestro porque no falta el hueón barza que se quiebra con los amigos, “Hice llegar a la maraca”. Que se vayan a la mierda los hueones así.

¿Qué ha sido lo más bizarro que te han pedido que hagas?

¿Bizarro es como raro, no? Mira, no sé si raro, pero lo más “bizarro” (me hace burla) que me ha tocado hacer fue un tipo que me pidió que le metiera una botella de coca cola por el culo mientras me follaba. ¿Está bien eso?

Más que bien. Oye y alguna situación media sicopática. No sé po’, un loco diciéndote mamá o que hayas temido por tu existencia.

Una vez. Hace poco nos contrataron a mí y a otras cuatro niñas pa’ una despedida de soltero. Llegamos y lo estabamos pasando la raja. Cacha que a mí me eligió el novio. Ya cuando llego el “momento”, el loco no dejaba de mirarme. O sea, eso igual te asusta, pero filo. Follamos y todo eso. Acabó y aquí se puso tenebrosa la cosa, porque el loco corrió a la puerta y la cerró con pestillo. “Tu no te vai”, me dijo como con la mirada desorbitada. Yo trate de meterle conversa, de convencerlo, pero nada, el loco en un rincón, al lado de la puerta, mirándome. Me puse a gritar porque cada vez que intentaba salir el loco me empujaba a la cama. Fue tanta la huea que hasta los amigos del loco le gritaban de afuera. Al final salí por una ventana. No sé que pasó con el loco.

En eso mira su reloj. El tiempo se había acabado. Me cayó bien Camila, casi Catalina. Bajamos. Mi amigo esta con la vieja cagados de la risa, tomando ron de nuevo. Los miro. Sonrío. De pronto, el motor chirriante de la camioneta nos anuncia que el trato está cerrado, que todo se acabó. Me despido de la vieja. Cero cariño hacía ella, en cambio, Camila al despedirse me da un gran beso en la mejilla y un abrazo enternecedor. Quizá necesitaba conversar o algo así. Me dice que de repente la puedo llamar al mismo número, por si quería conversar o algo así. Digo que bueno, le miento. Sonríe. Ella sabe que es mentira.

Julio Auquénido